Paseando por el infierno (Cass)

Unos tenues rayos de sol se filtraron por la ventana del salón y me levanté al instante molesto por aquella potente luz. La luz no nos mataba, pero molestaba bastante.
Me sacudí el pelo un poco y miré los estragos de la noche pasada con una media sonrisa, sin duda estaba perdido en la locura más de lo que yo podría creer.

Me levanté ágilmente y caminé aún desnudo y cubierto de sangre hasta la cocina, donde había comida humana. De vez en cuando era bueno deleitarse con una cena humana y alguna acompañante que la disfrutara para luego disfrutar yo de ella...pues eso, que cogí un poco de zumo, leche caliente, bizcocho, fruta...lo coloqué todo en una bandeja y subí por las escaleras haciendo equilibrios mil para no tirarla.
Antes de entrar en la habitación principal coloqué una flor violeta sobre la bandeja de un florero del pasillo y entré sin más.

La habitación también estaba a oscuras, mejor, más cómodo. Entré y cerré la puerta tras de mí sentándome en la cama a su lado. Podía ver su femenina silueta enrollada entre las sábanas, con los restos de sangre decorando su cuerpo y su pelo revuelto de aspecto salvaje.
-Buenos días-susurré dejando la bandeja a su lado acariciando su pelo.

Me incliné sobre ella y deposité un suave beso sobre su mejilla. Se la veía algo cansada y cubierta de tanta sangre.
-El desayuno puede esperar mi vida-bajé de la cama y la rodeé para situarme a su lado- Primero te sentará bien una baño caliente.
La miré a aquellos hipnóticos ojos violetas algo apagados y la cogí en brazos con todo el cuidado del mundo estrechándola contra mi pecho.

-Ya verás, te quedarás como nueva-aseguré mientras me dirigía al baño principal. Encendí una de las luces pequeñas del tocador y con ella aún en brazos me senté en el borde de la gran bañera redonda mientras abría el grifo del agua caliente y los vapores comenzaba a inundar la estancia.

Esperé que el agua cubriese el total de la bañera y mientras seguía acunando a mi pequeña Lucía en brazos. Acariciando su melena, su mejilla, repasando sus labios... era verdaderamente hermosa.

Cerré el grifo del agua y poco a poco me metí con ella en la bañera dejando que el agua caliente calmara su cuerpo y se llevara la sangre con ella.
-¿Mejor?-pregunté mojando poco a poco su melena dejandola flotar en el agua.

Pasé el agua por sus brazos, por su pecho, por su cuello eliminando la sangre de sus heridas y por su rostro con cuidado de que no le entrara agua ni por la nariz ni por sus ojos cerrados.
Le di un suave beso en la comisura de los labios y pasé mi mano por sus piernas kilométricas y perfectas, suaves y ahora limpias por el agua que se fue enturbiando con los restos de sangre.
-Ahora mucho mejor, más limpia y calentita.

Froté con delicadeza su abdomen con cuidado, pues la notaba temblar cuando pasaba por cietas zonas.
-Shhh..tranquila, todo está bien ahora.
Ascendí hasta sus pechos y con cuidado los acaricié quitándo de ellos la sangre y deleitándome con su dureza, inclinándome para lamerlos con la punta de mi gélida lengua.

Los besé con devoción y asiéndola de la cintura la senté sobre mi regazo para admirarla frente a mí, disfrutando de su calidez de nuevo, alcanzando sus labios para perderme en ellos y hundirme un poco más en las cálidas aguas que nos rodeaban.
La amaba demasiado y ya había olvidado el incidente de anoche: Alexei me dijo...daba igual, ahora ella estaba conmigo.

Con ansiedad, noté sus besos sobre mis labios con pasión y fuerza y sonreí mientras me aferraba a su cintura para situarla sobre mi entrepierna, rozándola, activándola nuevamente.
-Te deseo más que a nada en este mundo Lucía-la bésé mientras exploraba nuevamente su cuerpo con aquellas llamas rodeándome.

Sin más, la alcé unos centímetros y al bajarla, la penetré con suavidad sintiendo que su vagina presionaba mi miembro algo dolorida, pero pronto se acostumbró.

La escuché jadear y gemir cerca de mí, pegada a mi cuerpo, disfrutando de aquello más que yo y la volví a alzar moviéndola sobre mí, ayudándola con aquel movimiento que arrancaba salvajes jadeos y gruñidos de mi garganta.
¿Como la podía amar y desear tanto?
Bajé por su cuello besándola entre el nacimiento de sus senos, bajando por su abdomen, echándola hacia atrás y volviéndo a echarla contra mí para buscar sus labios.

Mis jadeos y mis gemidos se fusionaban con los suyos y extasiado, apoyé la cabeza sobre el respaldo de la bañera dejándola cabalgar sobre mi como era fiera indomable que era en la cama, lejos de lo dulce que resultaba en la vida cotidiana.
-Oh...vamos sigue Lucia...oh...si...

Con mis manos en sus caderas, la presionaba contra mí para llegar lo más profundo que podía y que nuestra anatomía permirtía, disfrutando de aquello, arañándo su pecho con mis colmillos inconscientemente y lamiendo la sangre que brotaba de las superficiales heridas.

Notaba una inmensa presión en mi entrepierna y su calides denotaba que ella culminaría en un cercano clímax.
-Dios... sigue Lucia...no puedo...más...

COn unas últimas y profundas embestidas aguanté lo que pude, me cerní sobre ella y no pude resistirme a la presión que soportaba mi miembro en su cálido interior.

Casi sin fuerza, acabé en su interior notando que todo mi cuerpo se liberaba y se relajaba mientras sentía el suyo en paz al igual que ambos, exhaustos tras aquel devastador orgasmo en el cual la deseé aún más.

La abracé con fuerza recostándola sobre mi y la besé dulcemente mientras la acunaba en mis brazos. Era mía...toda mía...
-Descansa mi pequeña...

La abracé unos instantes más y cuando me lo pidio sin dudarlo la dejé sentada sobre la bañera caliente por el agua y la besé fugazmente.
-No te muevas, ahora vuelvo.

Salí de la bañera y a gran velocidad traje la bandeja del desayuno metiéndome de nuevo en el agua y dejándola a un lado sobre una repisa para que pudiera cogerla.
-Un desayuno perfecto para una mujer perfecta-dije estrechándola contra mí pasándole el vaso de zumo.

Se bebió el zumo de un solo tragó y después alcanzó ella misma el bizcocho comiéndoselo con pequeños bocaditos. Se la notaba hambrienta, normal, anoche no se si cenaría y era lo primero que se llevaba al cuerpo.

Me miró con aquellas orbes violetas y dijo lo de ir a casa.
-¿A casa? Pero si ya estás en casa cielo-murmuré acariciando su cabello mojado pero al fin limpio de sangre.