Mía para toda la eternidad (Cassandra) [[[+18]]]

LLegué a mi casa enseguida. Era una vieja mansión a las afueras que había alquilado. Todos estos años de vampiro me habían permitido ahorrar bastante y amasar una gran fortuna con al que permitirme caprichos así.

Entré por una de las ventanas que siempre tenía abiertas y caminé hacia el salón, dejándola en el sofá. Cerré las ventanas y la puerta de la estancia, no escaparía, lo sabía pero era para calentar un poco la estancia.

Me arrodillé frente a la chimenea, sobre la alfombra y procedí a encender el fuego, notaba a mi Lucía algo fría.

Logré crear un buen fuego a pesar de la fobia natural de los de mi especie a aquel etéreo elemento que nos dañaba gravemente. Lo alimenté con gruesos troncos y a la luz de aquel fuego, me quité la cazadora y la camiseta ensangrentada viendo que la herida de mi abdomen ya se había cerrado.

Arrojé las ropas al fuego y mientras se consimían, fui hacia el sofá, sentándome al lado de Lucía.
-Ya estamos en casa de nuevo los dos juntos querida-aseguré acariciando su rostro angelical.
Sus párpados se movían levemente, parecía estar soñando o algo.

Escuché complacido su voz y besé su mejilla dejando un leve rastro de sangre.
-Así me gusta, anda, caliéntate un poco con el fuego que te veo algo pálida.
Me levanté del sofá y caminé hacia el otro extremo de la habitación donde encendí un par de velas para iluminar más la estancia, aquella era una velada especial con mi amor de nuevo.

Dejé aquellas velas y encendí otras más cerca de la ventana por donde habíamos entrado ahora cerrada.
Escuché su voz y sonreí con malicia al verla algo más despierta.
-Estás en casa Lucía, tranquila, aquí estás a salvo-aseguré de nuevo acercándome a ella acariciando su cabello oscuro y ondulado que le daba un aspecto fiero e indómito.

Sus ojos violetas eran tan hipnotizantes...me hicieron olvidar que deberían ser azules y rocé sus labios ensangrentados con los míos.
-Deliciosa...-su sangre era demasiado tentadora.

La miré espectante admirando su belleza más alla de la sangre que la cubría y sonreí.
-Tan bella como siempre.
Volví a besarla y mis manos descendieron desde su mejilla hasta su cuello, afianzándola en aquel beso que tanto añoraba.
Con la otra la alcé sosteniándola por la parte baja de su espalda, atrayéndola hasta mí.

Un lastimero gemido escapó de sus labios y luchó débilmente por liberarse de mi abrazo. La dejé levantarse para ver que quería hacer y se alejó del sofá tambaleante.
-No creo que puedas ir muy lejos así.
Solo tuve que levantarme y empujárla minúsculamente para que cayera sobre la alfombra, frente al fuego.
-Estás demasiado débil...pero también demasiado apetitosa.
Frente a ella, la miré con una mueca de locura extrema y comencé a desabrocharme el cinturon de aquellos jeans.

Desaté la hebilla plateada del cinturon y saqué el largo trozo de cuero tirándolo lejos de la escena, ahora no me haría falta.
Me dijé en una solitaria lágrima que descendía por su ensangrentada mejilla y negué con la cabeza manteníendo mi media sonrisa.
-Vamos tranquila, ya sabes lo que te gusta entregarte a mí, como noche tras noche, lo echaba de menos la verdad.
Desabroché el botón del pantalón dejándolo bastante suelto viendo asomar los boxers oscuros que apretaban bastante ahora mismo.

Me incliné sobre ella desaciéndome de los zaptos y me agazapé sobre su cuerpo, aspirando su dulce y tentador aroma.
-¿Alexei? Bah...es solo un humano más, él no se interprondrá entre nosotros querida, no te preocupes por eso.

Acaricié sus caderas arrastrándo lentamente la mía sobre la suya, disfrutando de su calor y de su piel iluminada por el fuego.
-Amm...y puedes gritar y gemir lo que quieras, aquí nadie te escuchará.
Busqué sus labios besándola con ferocidad y deseo.

Con destreza, hice descender los pantalones del uniforme de médico azules que llevaba, manchados también de sangre y a la altura de sus rodillas, me serví de mis piernas para hacerlos bajar del todo retirándoselos para así poder acariciar sus piernas perfectamente suaves y tan cálidas.

Las acaricié con posesión deteniendome en el borde interior de sus muslos llegando a rozar lascivamente su entrepierna cubierta por una fina ropa interior color noche.

Sonreí mientras continuaba perdido en el sabor dulce de sus besos ensangrentados y que me hacían recordar tantas otras noches...

Podía notar su cuerpo estremecerse bajo el mío, sin nadie que lo evitara, teniendo al alcance de mi mano su cuerpo tantos siglos después, disfrutando de su presencia y su esencia.

Ascendí una mano por su vientre plano y también manchado de sangre llegando a su pecho. Cerré mi mano en torno a uno de sus pechos jadeando en sus labios, casi gruñendo animalmente.

Ni mucho menos había estado falto de sexo estos años, al contrario, había practicado muchísimo con distintas especies de féminas desde vampiresas a licántropas, pero necesitaba de verdad el cuerpo de diosa de mi Lucia.

Inconscientemente, arranqué de un violento estirón la blusa azul conjunto con el uniforme que ya no cubría su cuerpo de diosa griega. Ahora la tenía de nuevo expuesta a mí.

Me aparté de sus labios y sujetando sus muñecas con fuerza contra el suelo de la alfombra, pasé mi lengua por su cuello relamiendo la sangre y bajé hasta el nacimiento de sus pechos firmes y turgentes como antaño.

Los lamí por encima de aquel sostén que necesitaba arrancar ahora mismo.
La aferré por la cintura y le di la vuelta poniéndola cara al suelo, desabrochando su sostén mientras acariciaba sus ondulados cabellos y mordisqueaba el lóbulo de su oreja.

Una vez suelto el sostén, la volví a dejar bocarriba sin problemas quitándole la molesta prenda dejándola al descubierto de cintura para arriba.
Admiré su desnudez antes de dejar caer mi lengua sobre aquellos rosados pezones apresar su cuerpo para que no se resistiera más.

Acomodado entre sus piernas disfrutaba de la viveza y calidez de su piel contra la mía.

¿Matar? No...yo no la iba a matar, solo quería que disfrutara como yo estaba disfrutando con ella.

Lo más divertido es que comenzó a patalear haciendo que volcáramos a los lados, era entretenido ver que reaccionaba al menos. Sonreí y me acomodé de nuevo entre sus piernas mientras que con tanco movimiento mis pantalones descendían mostrando los abultados boxers.

-Hey! Tranquila fiera-susurré contra sus labios acariciando su abdomen y su pelvis rozando el borde de sus braguitas negras.