Amanecer en la playa // Alexander

Había sido una noche de cacería brutal, la iglesia del pueblo cercano había quedado devastada por las llamas que ocultarían mis crímenes y los de mi pequeña Sophie.
Iba cubierto de sangre y con la cazadora también algo sucia, por eso en mi camino de vuelta, decidí que la plata que bañaba mis pies en la orilla sería lo mejor para refrescarme y limpiarme.

Me adentré con toda la ropa y mme lancé a las profundidades nadando con tranquilidad quitándome toda la sangre.
Puede que hiciera frío, pero yo no lo sentía y estaba muy a gusto.

Al cabo de un rato cuando estuve limpio nadé hacia la orilla consciente de que la marea me había arrastrado.
Salí de entre las olas quitándome la camiseta empapada dejando que mi pecho resplandeciera levemente por la luz de los primeros rayos del sol.

Me revolví el pelo con las manos agitándolo y secándolo rudamente mientras el agua resbalaba por mi torso y caía.
Caminé sobre la húmeda arena y entonces llegó a mi un dulce e irresistible aroma que reconocí.
-Lucia...
Miré por la orilla y la vi allí sentada sobre unas rocas incrustadas en la arena.
-Digo... Cassandra-corregí mi error mientras encaminaba mis pasos hacia ella ocultándole la visión del sol- ¿Qué haces tan temprano por aquí?

Me aparté devolviéndole la visión del sol y me senté en otra de las rocas cerca de allí.

Su mirada violeta era aún más intensa cuando los rayos de aquel amanecer los acariciaban. Eran como dos llamas incandescentes de un color irreal.

-Prefiero el crepúsculo al anochecer, más místico aún, pero este también me agrada.
Prefería el crepúsculo nocturno porque el amanecer no me traía buenos recuerdos.

En Londres siempre disfrutaba de aquella visión con la compañía de mi amada, me encantaba acunarla entre mis brazos y ver el sol reflejado en sus orbes azules.

Sonreí al ver que desviaba la mirada y se ruborizaba un poco de nuevo. Quizás me estuviera pasando con esta actitud tan directa, al fin y al cabo ella no era Lucia, no le resultaba familiar, pero la deseaba, la amaba y tener a su viva imagen frente a mí no ayudaba.

En silencio estrujé la camiseta entre mis manos escurriendo el agua y me la puse, quedándo esta pegada a mi piel. La cazadora la dejé sobre otra roca para que se fuera secando un poco.
-¿Bueno y qué tal te va todo? ¿Algo de diversión por la noche y ahora a descansar aquí en la playa?-pregunté sin borrar mi pícara sonrisa.

Cuando me preguntó si yo salí de fiesta no pude evitar reírme y volver a mirarla con un brillo misterioso.
-Sí, salí un rato para conocer gente nueva y eso... la gente del lugar es muy amable-dije con cierta ironía pensando en la sangre que bañaba la iglesia antes del incendio.

Me relajé cerrando un instante los ojos disfrutando de la brisa marina sobre mi piel, poco a poco el sol iba ganando terreno.

Creo que como continuara así me volvería loco.
Nadie podría nunca imaginar el dolor que se creaba en mi pecho al ver a aquella humana. Era la viva imagen de mi pasado y aquello dolía como mil dagas ardientes clavándoseme.

Pero tenía que soportarlo...no quería herirla como lo que pasó con Lucia...no ella no.
-¿Qué tal el libro que cogiste de la biblioteca el otro día?

Ahora que me acordaba, era un libro sobre criaturas mitológicas y sobrenaturales.
-¿De qué trataba?-pregunté inocentemente.

Me incliné recostándome sobre las rocas permitiendo que el sol secara mis ropas húmedas y frías.

Vaya...licántropos y vapiros...qué casualidad! Era una chica que se informaba bien y que quizás estuviera al tanto de criaturas como yo...muy interesante.
-¿Hombres lobo y vampiros?-me reí falsamente con incredulidad- ¿Aún crees en esas leyendas? Yo dejé de hacerlo a los once años ya.
¿Qué motivos tenía Cassandra par saber acerca de criaturas misteriosas como nosotros y esos chuchos?

Creo que mi tono impertinente le molestó. Me hizo gracia verla enfadada...fruncía el ceño igual que ella...
Me levanté cogiendo mi chaqueta y caminando tras ella a la orilla del mar con las olas acariciando nuestros pies.
-Lo siento por el comentario...pero es algo irreal todo eso. Además ¿Qué pruebas hay de qué existan?

Se volvió hacia mí y vi su rostro ensombrecido, casi entristecido creí atisbar. Esos ojos violetas tan brillantes habían perdido algo de ese fascinante color cosa que me preocupó.

Suspiré y heché una pequeá carrera para alcanzarla, agarrándola del brazo con toda la delicadeza que pude girándola hacía mí, no quería que ese rostro tan familiar se perdiera así triste.
-Cassandra, lo siento, he sido un estúpido-me dispulpé acariciando su mejilla limpiando aquella solitaria lágrima- De verdad que lo siento, es solo que...bueno, no suelo creer en cosas como vampiros, hombres lobo, fantasmas...-mentí de nuevo- Soy una persona que solo cree lo que ve pero a veces hay que confiar quizás...

No escuchaba sus palabras, todo mi ser solo estaba pendiente de esos ojos violetas nublados por las lágrimas.
¿Qué había dicho que le hubiera sentado así?
No soportaba ver las lágrimas resbalando por su rostro ni ser yo el culpable de aquello. Hice desaparecer aquellas dos gotitas saldas con el pulgar de mis manos y dejando a un lado la frialdad de mi tacto, acaricié sus mejillas rosadas.
-¿He dicho algo que te halla incomodado Cassandra? ¿Pasa algo?-pregunté sin reírme ya.

Vi la duda en su mirada irreal y luego se apartó algo nerviosa y aún ofuscada por lo sucedido.
Guardé silencio unos segundos antes de volver a intentarlo.
-Entonces... ¿Esas criaturas de los libros existen de verdad?
Joder...yo mismo era una de ellas! Pero solo trataba de que ella se sintiera mejor, de evitar que más lágrimas se agolpasen en su mirada de ensueño-.