Informacion extra // Alexander

Llegué a aquel pequeño pueblo de madrugada y me dediqué a pasear por sus calles, a embriagarme con el olor de sus habitantes, a desear probar sus cálidas y vivas sangres y a dejar aquel lugar sumido en el caos y las cenizas del infierno.

Era bastante temprano, el sol era aún débil y por eso podía pasear tranquilo, cuando había mucho sol me molestaba y prefería quedarme en las sombras.

Mis pasos se dirigieron a un gran edificio el cual despertó mi curiosidad y entré.
Pronto descubrí que se trataba de una biblioteca, fuente de historia y sabiduría de años y años. Era bastante aficionado a leer, sobre todo novelas antiguas que me recordaban mi época humana, pues este nuevo milenio era basura...

Sonreí con una pícara sonrisa perfecta a la bibliotecaria dejándola algo impactada, como todas las mujeres que caían rendidas ante mi apariencia y acabé en la zona de libros más antiguos recorriendo con mi mirada oscura con brillos borgoña los títulos sin decantarme por ninguno en especial.

Leí los títulos de las novelas sin interesarme por ninguna, había leido casi todos.
Me paré al ver un viejo libro que captó mi atención al instante. No se cuantas veces me abría leído ya aquel título pero aunque me lo sabía de memoria no me cansaba nunca, me hacía recordar tanto...que me entraban luego unas indescriptibles ganas de matar y acabar con todo aquel que se pasara por delante.

Alargué el brazo encuerado por la chaqueta negra que llevaba rematada con los viejos jeans desgastados y la camiseta blanca, cogiendo el libro.

Tras el hueco que dejó el libro pude ver una densa melena castaña que hizo que me acercara a la estantería y aspirara aquel dulce aroma.

Por aquel agujero en la estanteria no podía ver nada más ¿A dónde había ido la dueña de esa lustrosa cabellera caoba? Intenté buscar de nuevo pero nada, había desaparecido.

A los pocos segundos escuché una voz a mi derecha y aparté la mirada del hueco desganado, pero cuando me giré y vi esa cabellera castaña sonreí.
-Tranquila, no pasa...na...
Perdí la voz al contemplar a la joven que se había presentado ante mí. Creo que me faltaba el aire y si mi corazón siguiese latiendo se hubiera parado como estaba ahora.
Aquello no podía ser, era imposible ella...

Perdido en su mirada violeta repasé los rasgos finos y sensuales de su cara, esos labios carnosos y rosados, sus pómulos prominentes, esos ojos felinos...las curvas de su cuerpo...
-Lucia...-murmuré dándo un paso hacia ella.

Tras reaccionar negué con la cabeza y desvié la mirada hacia el libro que tenía en la mano y luego hacia ella.
-Disculpe...-no salía aún del shock- ¿Necesitaba ayuda para algo?

Creo que toda la sed que tenía se había quitado de golpe...no podía pensar nada más que en ella, en Lucia...mi Lu...

''Aquella manaña hacía demasiado frío y al salir de la casa y pasear por los terrenos encontré a Lucia fuera, cogiendo un par de heladas flores que eran del color de su mirada, de un azul ficticio e irreal.
-¿Qué haces aquí? Acabarás resfriándote-le dije agarrándola por detrás de la cintura pegándola a mí.
-Me asustaste Alex-comentó riéndose a pesar del sobresalto.
Me mostró las flores y sonrió.
-Son preciosas...como tu mirada-susurré cerca de sus labios dándole la vuelta encerrándola entre mis brazos.
-Siempre consigues que me sonroje...-en sus mejillas apareció un bello rubor.
-Te quiero Lucia-la besé tiernamente mientras ella tiraba las flores y me abrazaba perdiéndose en mis labios también.''

La miré saliendo de aquel trance y carraspeé acercándome más a ella recordando todo su cuerpo ahora presente como si el destino quisiera jugar conmigo.
-¿Un libro? Permítame que la ayuda ¿De cual se trata?

Perdido en aquellos ojos tan similares a los de Lucia pero tan parecidos en la forma la seguí a otro de los pasillos, el contiguo.
Ese color violeta no era el azul cielo de los de mi amada, pero eran tan hipnóticos y dulces como los suyos, tan familiares...tan dolorosos...tan deseables...

-Cassandra...-repetí su nombre en un susurro- ¿Este? Aguarda unos instantes-le pedí educadamente con una media sonrisa perfecta.
Me alcé un poco sobre las puntas de los pies y cogí sin problemas el libro que la bella dama había pedido.
-Tome-le cedí el libro inclinándome levemente embriagado por su aroma.
Era tan similar a Lucia en todo que me estaba volviendo loco en aquellos instantes.
-Oh...disculpe mi mala educación ahora-negué con al cabeza y la miré fijamente- Mi nombre es...
-SHHH!!-la bibliotecaria apareció y nos mandó callar, pero en cuanto se alejó proseguí.
-Mi nombre es Alexander Williams, un placer Cassandra-le tomé la mano derecha y posé mis labios sobre su piel para luego soltarla y quedarme hipnotizado con aquellos preciosos ojos.

Sonreí perfectamente como siempre y sin dejar de mirarla agradecí su alago.
-Muchas gracias, pero es tuyo es aún mejor. Cassandra-susurré de nuevo dejando que se difuminara el sonido finalmente.

Al estar en el fondo del pasillo la vieja secretaria nos dejaría en paz, menos mal, no quería que estropeara este momento de reconciliación con un fantasma de mi pasado.
-Sí, acabo de llegar, un viaje de negocios-mentí bastante convincentemente por años y años de práctica- Es un bonito lugar, posiblemente me quede un tiempo para desconectar de la gran ciudad ¿Tú eres de aquí?

Francesa. Mi Lucia era mitad francesa mitad italiana, y tanto vivir en Londres podría decirse que también tenía una parte inglesa.
La observé de nuevo en silencio mientras nos acercábamos al mostrador para que sacara ese libro y asi poder ir fuera y charlar sin tener que bajar tanto la voz.
-Soy de Inglaterra-aún después de tantos años conservaba intacto mi acento inglés- Soy empresario y estoy por aquí de paso para buscar socios y demás, cosas de empresas.

La acompañé hasta la recepción y entonces la secretaria me revelón un dato interesante. Cassandra estaba casada. Se la veía demasiado joven para estarlo en estos tiempos, pues Lucia tenía su misma edad seguramente y aún no se había casado conmigo, pero faltó poco...

Sonreí y finalmente le prestaron el libro y pudimos salir fuera.
-¿Casada tan joven? -pregunté sin alterarme.
Que tuviera o no novio, esposo o lo que fuera no me importaba, yo siempre conseguía lo que quería.

Desde los nueve años...bastante tiempo. Recuerdo que en cuanto vi a mi amada por unos segundos supe que sería mi esposa, la madre de mis hijos, esa mano que siempre tendría en la vejez a mi lado...pero nada más lejos de la sangrienta realidad.

Volví a mirar a Cassandra con la mirada algo más encendida quizás por la sed de nuevo despierta y reí entre dientes.
-Es raro que una mujer tan joven se case ahora en estos tiempos-comenté caminando por la acera haciendo equilibrios por el bordillo de esta.

Claro que era la excepción que confirmaba la regla...era la viva imagen de alguien muerto ya hace muchos años y siglos...un fantasma dispuesto a hacerme enloquecer sin duda por esa cercanía...esa vida en ella...
-¿Yo?-de eso si que me reí con ganas- Qué va! Yo soy un alma libre y solitaria que vaga por el mundo, así no puedo tener nada estable.

Una vez estuve a punto de casarme pero visto lo que pasó...nunca más.

Al escucharla la miré sorprendido.
-Pensé que la gente se casaba porque encontraban en alguien a su media naranja, alguien con quien compartir el resto de su vida...¿Es qué tú preferías tu antigua libertad?-pregunté a propósito dejando en evidencia sus pensamientos.

Tenerla tan cerca...era como poder tener de nuevo a Lucia para mi...

-Pues permitame que te diga que tu esposo es un...-me controlé para no insultarlo allí delante de ella, puede que le sentara mal- ¿Acaso no te presta la suficiente atención?
¿Cómo podía ese mal nacido tener a semejante diosa a su lado y no darle todo lo que ella pedía por esa boquita de carnosos y rosados labios?
Creo que como me lo cruzara lo mataría, así tendría el camino libre para acceder a ella, aunque a ella accedería tanto casado, como soltera como viuda.